Existe una nueva estrategia llevada a cabo por las grandes marcas, estas grandes empresas son conscientes que los consumidores están sobreinformados y tienen muy claras sus necesidades y como saciarlas. Cada vez resulta más difícil convencer al consumidor de una manera razonada debido a la competencia tan feroz que existe prácticamente en cualquier sector así que, es la hora de dirigirse a su parte más emocional.
Felicidad, nostalgia, sorpresa, amor… son emociones muy suculentas para las marcas, a través de ellas nos cuentan historias e intentan aflorar los sentimientos más primarios para posicionarse en nuestra mente. Ya no resulta tan sencillo crear un consumidor fiel si no eres capaz de ofrecerle un valor diferencial, las marcas lo saben y están apostando por despertar nuestras emociones más primitivas.
Un vínculo difícil de conseguir:
Establecer un vinculo emocional con los consumidores no es una tarea sencilla, se debe tener muy bien segmentado el público objetivo y conocerlo a la perfección. A raíz de ahí, la actitud que tenga la marca será de especial relevancia para conseguir emocionar. Una marca con unos valores definidos y consecuentes tendrá una mayor facilidad para tener cierta veracidad. Muy importante que sean consecuentes, sino la marca perderá toda credibilidad y su imagen se verá afectada.
Un claro ejemplo, por su buena gestión, lo podemos ver en el último anuncio de Repsol, donde se busca una reacción de la población para concienciar sobre el abandono de animales, tienen unos valores consecuentes porque detrás de este vídeo hay una acción, concretamente un acuerdo con Seprona que refuerza la cooperación con todos los agentes implicados en la solución de este problema. Esta campaña es genial por su capacidad para emocionar, por su mensaje y porque detrás de todo existe un deseo veraz y una acción para erradicar esa práctica de nuestra sociedad.
Las emociones al carrito de la compra
Nuestra parte emocional es realmente poderosa, nos incita a realizar acciones y compras que ni si quiera nos habíamos planteado realizar, esa compra innecesaria de última hora o ese capricho que acaba convirtiéndose en un huésped de lujo en nuestro viejo trastero no son compras razonadas, son más bien compras impulsivas que han sabido atraernos entre otras cosas por nuestras emociones más primarias. En épocas del año donde la tradición nos incita al consumo, podemos observar cómo las grandes marcas se esfuerzan arduamente en poner un poquito de su emoción en nuestro carrito de la compra, las emociones son imprescindibles pero no podemos olvidar el poder de las marcas.